El fin del principio de la nube
Para sentar las bases, ahondaremos en dos puntos clave. En primer lugar, la nube ya no es solo para las veloces startups, sino que su uso se ha generalizado. La adopción alcanzó una velocidad asombrosa cuando la pandemia obligó a las empresas a pelear por adaptarse. Cinco años de transformación digital se agolparon en apenas ocho semanas en 2020. 1McKinsey, The COVID-19 recovery will be digital: A plan for the first 90 days, 14 de mayo de 2020Ahora, prácticamente todas las empresas tienen aplicaciones y cargas de trabajo en la nube, ya sean por departamentos o en toda la empresa. ¿Y por qué no? Hay flexibilidad, escalabilidad y agilidad... En breve veremos los problemas que la adopción de la nube ha dejado a su paso. Esto nos lleva al punto número dos. El crecimiento meteórico de los datos no se está ralentizando, al contrario, se está acelerando. Se estima que el total de datos que se generarán en 2025 será la escalofriante cantidad de 175 zettabytes.IDC, The Digitization of the World: From Edge to Core, 2018Es casi inimaginable pensar en cuántos datos producimos y consumimos a diario. La colisión de estos dos puntos —la adopción generalizada de la nube y el crecimiento explosivo de los datos— nos lleva a lo que nos gusta llamar el fin del principio de la nube. Con la estimación de que el 55 % de los datos se almacenarán en la nube en 2025IDC, Global DataSphere 2021-2025 Forecast, marzo de 2021 y la afirmación por parte de la mayoría de las empresas de que ya tienen entornos multinube (intencional o accidentalmente), ya no hay novedad. Nos enfrentamos a la realidad de vivir en la nube. Personas, empresas y sectores completos dependen de aplicaciones, sistemas y servicios basados en la nube, los cuales dependen de los datos. Estar en la nube ya no es una opción.